Supersonic Festival 2010 @ Custard Factory, Birmingham (1ª Jornada - 22-10-10)
La ciudad inglesa de Birmingham tiene una reputación en lo musical de esas que dejan a uno con la boca abierta. Las calles de esta ciudad han visto nacer géneros enteros, desde el heavy metal de los ilustres Black Sabbath hasta otros menores como el grindcore de Napalm Death o el metal industrial de Godflesh. Precisamente estas dos bandas se apuntaron a lo que ya empieza a ser una costumbre arraigada en la ciudad como la organización del Supersonic Festival, que ya va por su octava entrega, y que más allá de ser un festival es toda una celebración de la música y de la experimentación, con un cartel del que probablemente no conozcas al 75% que lo forman porqué la mayoría son tan dispares y tan ajenos los unos de los otros que es difícil abarcar todo lo que ofrece.
La Custard Factory, el recinto donde se aloja, es un solar en la vieja zona industrial de Birmingham formado por varios edificios y una nave ubicados al lado del enorme puente de la vía del tren que cruza la ciudad. Ese peculiar emplazamiento tiene un encanto inherente a la música surgida precisamente de ahí, ya que cuentan los viejos del lugar que en esa zona era fácil ver reunirse y ensayar a la gente que posteriormente crearían una banda como los mencionados Napalm Death, Godflesh o Scorn. Con un emplazamiento así, de calles anchas y viejos edificios de mampostería desolados envueltos en esa mística aura de revolución industrial postergada, se me antoja complicado encontrar un lugar mejor para organizar un festival que va desde el doom y la psicodelia hasta la electrónica, el dub o incluso el folk. Rematemos la faena diciendo que además de los conciertos, había mesas redondas, proyecciones, performances, mercadillo... y una sala para tomar el te con pastas justo al lado de uno de los escenarios. Un marco incomparable, de verdad.
El día de la inauguración, con un frío infernal para los que estamos acostumbrados a vivir al borde del charco ese llamado mediterráneo, fue una primera toma de contacto perfecta para algunas de las sonoridades que nos acompañaron el resto del fin de semana. Me fui directo al escenario pequeño (Old Library, un recinto acogedor y oscuro de unos 100 m2) e inauguré oficialmente el festival con los sonidos de Necro Deathmort, un extraño choque frontal de doom metal y drone con dub y bases hip hop facturado por un dúo inglés que sobre el escenario se dedicaron a pergeñar tamaña mezcla entre la penumbra del escenario y las proyecciones, creando unas atmósferas que lo mismo te oprimían por la cadencia de los riffs como por la potencia de las bases. Una buena manera de inaugurar el Supersonic con una banda que posee un extraño sentido del humor, si bien no se aprecia en el escenario, pero si que forma parte de su música de una manera un tanto bizarra. Aunque precisamente por ello, eso les da una seña de identidad que junto a la contundencia y ejecución de su propuesta convirtieron su concierto en una forma original y perfecta para iniciar el finde festivalero.
Los siguientes fueron Demons (con Sick Llama), otra de esas propuestas cuya existencia suele pasarsele por alto a la mayoría de mortales, y que está formado (como su nombre bien dice) por el dúo de electrónica nacido en Detroit y la psicodelia noise de Sick Llama. Una propuesta que enfocaron como una especie de odisea sónica con proyecciones y multitud de mezcolanzas a cada cual más retorcida y áspera y que durante los apenas 45 minutos que estuvieron sobre el escenario lo mismo pasaban del noise al trance sin despeinarse. Interesante propuesta la suya, pero realmente por lo directo de ella no me veo escuchando uno de sus discos en casa.
Del siguiente concierto salieron, para mi, los vencedores de la noche. Si algo comprobé durante estos días en la Custard Factory es que bastantes grupos estaban formados por japoneses o venían directamente de esas latitudes para tocar en el festival. Y las conclusiones que saqué de esta profunda reflexión (digna de un descendiente directo del chimpancé) es que a los japoneses se les va mucho la pinza a nivel musical. Siempre un paso más allá que nadie, bofetada en la cara que me llevé con Devilman. Formados por un bajo y el encargado de darle a las bases, el dúo nipón salió a la palestra con intenciones insanas que se concretaron cuando empezaron a atronar los beats y a crujir las contundentes – pero simples- líneas de bajo apoyados en unas bizarrísimas proyecciones con loops de sprites de personajes del Street Fighter 2 y diversos juegos de 16bits, que fue a más cuando al final del set se sumó el vocalista más andrógino que he visto en mi vida, y que tal cual se adueñó del micro transmutó a una suerte de Iggy Pop que empezó a gritar, sacudirse, y acabó navegando sobre el público con cara de éxtasis. Así que ahora imaginemos a la gente ya totalmente entregada y obtendremos el que, en mi modestísima opinión de presunto entendido, fue el concierto del día.
Sin movernos de la Old Library, los siguientes fueron uno de los clásicos del festival. Digo clásicos porque no es la primera vez que tocan ahí, algo así como Shellac en el Primavera Sound. PCM son una banda de drum and bass oriundos de la misma ciudad donde se celebra el Supersonic, y su sonido de hiper musculados beats resulta perfecto para moverse en una pista, pero en mi caso tanta reiteración en la estructura de los temas (algo inherente al drum and bass) y el hecho de no comulgar mucho con el género, me hicieron perder el interés rápidamente. Probablemente los presentes disfrutaran como becerros porque ya sabían a lo que iban, pero si no eres habitual del estilo, es probable que un show de esta gente empiece impresionándote pero luego acabe por aburrirte un poco.
Por primera vez en la noche iba a salir del recinto y me dirigí al segundo escenario, el Outside Stage. Situado en un solar entre edificios y naves de carga, el concierto final se suponía una traca digna de un festival como este con la presencia de unos ilustres de la ciudad, Napalm Death. Los padres del grindcore eran la degustación extrema de la noche, pero defraudaron bastante. Nunca he sido excesivamente fan del grupo, pero lo que no esperaba era que el sonido fallara tanto. La batería sonaba desconectada (dónde estaban los blast beats?), las guitarras amortiguadas y la voz como si estuviera lejos. En un principio pensé que sería cosa del escenario, pero en posteriores conciertos en el mismo lugar se escuchaba todo bien, así que no sé a que achacar el problema. Ni el echo de que el vocalista Mark Greenway estuviera moviéndose como un poseso sobre el escenario, ni ver al hiperactivo Shane Embury salvó el concierto del pésimo sonido, que se cargó toda probabilidad de culminarlo con éxito.
Y aquí terminamos el primer día, directos al hostal tras una primera toma de contacto más que interesante. En breve, reseñas del sábado y el domingo.
Texto: Sergi Tomsen-Valdec
La Custard Factory, el recinto donde se aloja, es un solar en la vieja zona industrial de Birmingham formado por varios edificios y una nave ubicados al lado del enorme puente de la vía del tren que cruza la ciudad. Ese peculiar emplazamiento tiene un encanto inherente a la música surgida precisamente de ahí, ya que cuentan los viejos del lugar que en esa zona era fácil ver reunirse y ensayar a la gente que posteriormente crearían una banda como los mencionados Napalm Death, Godflesh o Scorn. Con un emplazamiento así, de calles anchas y viejos edificios de mampostería desolados envueltos en esa mística aura de revolución industrial postergada, se me antoja complicado encontrar un lugar mejor para organizar un festival que va desde el doom y la psicodelia hasta la electrónica, el dub o incluso el folk. Rematemos la faena diciendo que además de los conciertos, había mesas redondas, proyecciones, performances, mercadillo... y una sala para tomar el te con pastas justo al lado de uno de los escenarios. Un marco incomparable, de verdad.
El día de la inauguración, con un frío infernal para los que estamos acostumbrados a vivir al borde del charco ese llamado mediterráneo, fue una primera toma de contacto perfecta para algunas de las sonoridades que nos acompañaron el resto del fin de semana. Me fui directo al escenario pequeño (Old Library, un recinto acogedor y oscuro de unos 100 m2) e inauguré oficialmente el festival con los sonidos de Necro Deathmort, un extraño choque frontal de doom metal y drone con dub y bases hip hop facturado por un dúo inglés que sobre el escenario se dedicaron a pergeñar tamaña mezcla entre la penumbra del escenario y las proyecciones, creando unas atmósferas que lo mismo te oprimían por la cadencia de los riffs como por la potencia de las bases. Una buena manera de inaugurar el Supersonic con una banda que posee un extraño sentido del humor, si bien no se aprecia en el escenario, pero si que forma parte de su música de una manera un tanto bizarra. Aunque precisamente por ello, eso les da una seña de identidad que junto a la contundencia y ejecución de su propuesta convirtieron su concierto en una forma original y perfecta para iniciar el finde festivalero.
Los siguientes fueron Demons (con Sick Llama), otra de esas propuestas cuya existencia suele pasarsele por alto a la mayoría de mortales, y que está formado (como su nombre bien dice) por el dúo de electrónica nacido en Detroit y la psicodelia noise de Sick Llama. Una propuesta que enfocaron como una especie de odisea sónica con proyecciones y multitud de mezcolanzas a cada cual más retorcida y áspera y que durante los apenas 45 minutos que estuvieron sobre el escenario lo mismo pasaban del noise al trance sin despeinarse. Interesante propuesta la suya, pero realmente por lo directo de ella no me veo escuchando uno de sus discos en casa.
Del siguiente concierto salieron, para mi, los vencedores de la noche. Si algo comprobé durante estos días en la Custard Factory es que bastantes grupos estaban formados por japoneses o venían directamente de esas latitudes para tocar en el festival. Y las conclusiones que saqué de esta profunda reflexión (digna de un descendiente directo del chimpancé) es que a los japoneses se les va mucho la pinza a nivel musical. Siempre un paso más allá que nadie, bofetada en la cara que me llevé con Devilman. Formados por un bajo y el encargado de darle a las bases, el dúo nipón salió a la palestra con intenciones insanas que se concretaron cuando empezaron a atronar los beats y a crujir las contundentes – pero simples- líneas de bajo apoyados en unas bizarrísimas proyecciones con loops de sprites de personajes del Street Fighter 2 y diversos juegos de 16bits, que fue a más cuando al final del set se sumó el vocalista más andrógino que he visto en mi vida, y que tal cual se adueñó del micro transmutó a una suerte de Iggy Pop que empezó a gritar, sacudirse, y acabó navegando sobre el público con cara de éxtasis. Así que ahora imaginemos a la gente ya totalmente entregada y obtendremos el que, en mi modestísima opinión de presunto entendido, fue el concierto del día.
Sin movernos de la Old Library, los siguientes fueron uno de los clásicos del festival. Digo clásicos porque no es la primera vez que tocan ahí, algo así como Shellac en el Primavera Sound. PCM son una banda de drum and bass oriundos de la misma ciudad donde se celebra el Supersonic, y su sonido de hiper musculados beats resulta perfecto para moverse en una pista, pero en mi caso tanta reiteración en la estructura de los temas (algo inherente al drum and bass) y el hecho de no comulgar mucho con el género, me hicieron perder el interés rápidamente. Probablemente los presentes disfrutaran como becerros porque ya sabían a lo que iban, pero si no eres habitual del estilo, es probable que un show de esta gente empiece impresionándote pero luego acabe por aburrirte un poco.
Por primera vez en la noche iba a salir del recinto y me dirigí al segundo escenario, el Outside Stage. Situado en un solar entre edificios y naves de carga, el concierto final se suponía una traca digna de un festival como este con la presencia de unos ilustres de la ciudad, Napalm Death. Los padres del grindcore eran la degustación extrema de la noche, pero defraudaron bastante. Nunca he sido excesivamente fan del grupo, pero lo que no esperaba era que el sonido fallara tanto. La batería sonaba desconectada (dónde estaban los blast beats?), las guitarras amortiguadas y la voz como si estuviera lejos. En un principio pensé que sería cosa del escenario, pero en posteriores conciertos en el mismo lugar se escuchaba todo bien, así que no sé a que achacar el problema. Ni el echo de que el vocalista Mark Greenway estuviera moviéndose como un poseso sobre el escenario, ni ver al hiperactivo Shane Embury salvó el concierto del pésimo sonido, que se cargó toda probabilidad de culminarlo con éxito.
Y aquí terminamos el primer día, directos al hostal tras una primera toma de contacto más que interesante. En breve, reseñas del sábado y el domingo.
Conectado Con: Que Raro, Napalm Death En Nuestro País...
Texto: Sergi Tomsen-Valdec
Etiquetas: Electrónica, Festival, Grindcore, Inglaterra, Napalm Death, Supersonic Festival