Supersonic Festival 2010 @ Custard Factory, Birmingham (2ª Jornada - 23-10-10)
Seguimos la crónica de los conciertos con el primero del sábado. Nada mejor que rematar una comilona "típica" inglesa en el primer Subways que pudimos encontrar con el directo de Eagle Twin a las 17:00h en el Space 2 (una nave industrial detrás del puente de la vía férrea), una de las nuevas sensaciones del doom y el sludge internacional. Los estadounidenses se cascaron uno de esos conciertos que rozan lo épico, empezando por un batería inhumano que golpeaba con tal mala hostia los parches que parecía que iba a tirarlos, y un guitarrista/vocalista que sacaba unos riffs como patadas en los testículos. Tenía escuchado su debut "The Unkindness Of Crows", pero no imaginé que siendo solo un dúo llenaran el escenario de tal manera. La voz se mantenía igual de agreste y cavernosa que en el estudio y los temas sonaron de un lujo, técnicamente perfectos y arrolladores como como un tsunami de piedras. Y eso que solo tocaron 45 minutos, porque realmente es para verles de cabezas de cartel y darles tiempo para que su sludge/doom te pase por encima como un camión.
Y del sludge/doom nos fuimos a algo radicalmente opuesto en el Outside Stage. Encima del escenario estaba Dosh, un multi-instrumentista que dio uno de esos conciertos que terminan por hacerte esbozar una sonrisa. Con el jazz, el folk y la electrónica metidos en una batidora, Dosh construye las canciones en vivo a base de loops que ejecuta él mismo y luego reproduce mientras va insertando capas y más capas, de tal manera que las canciones crecen y se desarrollan ante tus oídos como si fueran entes con vida, haciendo alquimia mientras va tocando la batería y el teclado. En directo es divertidísimo verle ejecutar los atípicos ritmos de batería que luego se aplican como base, y acto seguido ver como se da la vuelta y toca la melodía principal con el teclado, y luego vuelve a aplicar otra capa de ritmo de platos, y así mientras su particular mundo se va abriendo paso a tus oídos. Su propuesta puede que no sea la más original, pero sí lo es su forma de llevarla a cabo. Un concierto interesante a la par que entretenido que puso la nota simpática a la jornada del sábado.
La noche se acercaba y piqué entre varios conciertos hasta que llegó la hora de King Midas Sound en el Space 2. Ración de dubstep de lujo avalado por la figura de Kevin Martin (Techno Animal o The Bug), que se encargó de hacer que la gente se contoneara hipnóticamente a través de los sensuales beats y la oscuridad volátil de sus temas arropados por las dos voces que le acompañaban, las de Roger Robinson e Hitomi. Sonando a veces como unos hermanos lejanos de Massive Attack con esos devaneos trip hop, otras dejando que el predominio dub manejara la situación por completo, su show terminó siendo una fiesta del contoneo y una invitación irrechazable a cerrar los ojos y dejarse llevar por las concupiscentes y subersivas canciones del grupo. Lo único que se me hizo extraño fue que precisamente este concierto fuera el previo en el mismo escenario a una de las estrellas indiscutibles del festival y unas leyendas del metal extremo, pero en este tipo de contrastes es donde reside quizás la grandeza del Supersonic.
Y es que, pongámonos de pie, porqué vamos a hablar de una de las leyendas del metal extremo. Una de las razones principales por las que me decidí ir a este festival fue por la presencia de Justin Broadrick, y sus míticos Godflesh. Los pioneros en mezclar la música industrial y el metal pesado iban a tocar en casa por primera vez en más de tres lustros y este iba a ser su segundo concierto tras la aparición en el Hellfest del pasado mes de junio. Cabe recordar que la banda se separó en 2002, tras la marcha del bajista el año anterior, y desde entonces Justin se volcó en su proyecto Jesu. La expectación alrededor del escenario era palpable y cuando las luces se apagaron y las figuras de Justin y G.C. Green emergieron entre la niebla - omnipresente de una manera un tanto abusiva durante todo el show- se desató la locura. Abrieron con la abusiva "Like Rats" y la gente empezó a poguear como si el mundo fuera a terminarse ahí mismo y esa fue la tónica durante la hora y cuarto que duró el show.. A pesar de que la comunicación público-artista fue prácticamente nula, cuando te pasan por encima blasfemias como "Streetcleaner", "Bigot" o "Christbait Rising" no puedes sino claudicar y no resistirte. Lo único que eché en falta fue que no tocaran algo de un disco por el cual tengo cierta debilidad, "Us & Them", pero por el resto no puedo hacer otra cosa que quitarme el sombrero ante estas leyendas en vida del metal extremo, que demostraron un nivel técnico notable - llevar caja de ritmos y cuadrarlo al milímetro todo no tiene que ser fácil- y cuyos temas permanecen inmutables en el tiempo.
Con la excitación todavía recorriendo toda mi espalda, me fui a por el último concierto del día, Melt Banana en el Outside Stage. Los japoneses son de todo menos ortodoxos en su manera de ver la música, y los primeros gritos de su vocalista Yasuko lo confirmaron enseguida. Visceral noise rock ejecutado como si los temas fueran de hardcore ochentero. Un guitarrista haciendo virguerías a todo trapo con la guitarra y una base rítmica haciendo el mal de manera arrolladora es lo que nos ofrecieron, regalándose en su momento más cafre una serie de ocho o nueve temas tocados en apenas ¿quince? minutos. La pena es que cuando llegué me resultó imposible meterme dentro de la carpa por lo que lo tuve que ver por fuera, algo que en ese escenario acabó pasando varias veces al llenarse hasta los topes en los conciertos importantes y el que considero que fue el único "pero" del fin de semana.
De ahí, y tras apurar las últimas cervezas, a descansar para coger fuerzas para el último día, que los conciertos empezaban a las 14:30h. Y con esa entrega, terminaré la crónica del Supersonic Festival.
Texto: Sergi Tomsen-Valdec
Y del sludge/doom nos fuimos a algo radicalmente opuesto en el Outside Stage. Encima del escenario estaba Dosh, un multi-instrumentista que dio uno de esos conciertos que terminan por hacerte esbozar una sonrisa. Con el jazz, el folk y la electrónica metidos en una batidora, Dosh construye las canciones en vivo a base de loops que ejecuta él mismo y luego reproduce mientras va insertando capas y más capas, de tal manera que las canciones crecen y se desarrollan ante tus oídos como si fueran entes con vida, haciendo alquimia mientras va tocando la batería y el teclado. En directo es divertidísimo verle ejecutar los atípicos ritmos de batería que luego se aplican como base, y acto seguido ver como se da la vuelta y toca la melodía principal con el teclado, y luego vuelve a aplicar otra capa de ritmo de platos, y así mientras su particular mundo se va abriendo paso a tus oídos. Su propuesta puede que no sea la más original, pero sí lo es su forma de llevarla a cabo. Un concierto interesante a la par que entretenido que puso la nota simpática a la jornada del sábado.
La noche se acercaba y piqué entre varios conciertos hasta que llegó la hora de King Midas Sound en el Space 2. Ración de dubstep de lujo avalado por la figura de Kevin Martin (Techno Animal o The Bug), que se encargó de hacer que la gente se contoneara hipnóticamente a través de los sensuales beats y la oscuridad volátil de sus temas arropados por las dos voces que le acompañaban, las de Roger Robinson e Hitomi. Sonando a veces como unos hermanos lejanos de Massive Attack con esos devaneos trip hop, otras dejando que el predominio dub manejara la situación por completo, su show terminó siendo una fiesta del contoneo y una invitación irrechazable a cerrar los ojos y dejarse llevar por las concupiscentes y subersivas canciones del grupo. Lo único que se me hizo extraño fue que precisamente este concierto fuera el previo en el mismo escenario a una de las estrellas indiscutibles del festival y unas leyendas del metal extremo, pero en este tipo de contrastes es donde reside quizás la grandeza del Supersonic.
Y es que, pongámonos de pie, porqué vamos a hablar de una de las leyendas del metal extremo. Una de las razones principales por las que me decidí ir a este festival fue por la presencia de Justin Broadrick, y sus míticos Godflesh. Los pioneros en mezclar la música industrial y el metal pesado iban a tocar en casa por primera vez en más de tres lustros y este iba a ser su segundo concierto tras la aparición en el Hellfest del pasado mes de junio. Cabe recordar que la banda se separó en 2002, tras la marcha del bajista el año anterior, y desde entonces Justin se volcó en su proyecto Jesu. La expectación alrededor del escenario era palpable y cuando las luces se apagaron y las figuras de Justin y G.C. Green emergieron entre la niebla - omnipresente de una manera un tanto abusiva durante todo el show- se desató la locura. Abrieron con la abusiva "Like Rats" y la gente empezó a poguear como si el mundo fuera a terminarse ahí mismo y esa fue la tónica durante la hora y cuarto que duró el show.. A pesar de que la comunicación público-artista fue prácticamente nula, cuando te pasan por encima blasfemias como "Streetcleaner", "Bigot" o "Christbait Rising" no puedes sino claudicar y no resistirte. Lo único que eché en falta fue que no tocaran algo de un disco por el cual tengo cierta debilidad, "Us & Them", pero por el resto no puedo hacer otra cosa que quitarme el sombrero ante estas leyendas en vida del metal extremo, que demostraron un nivel técnico notable - llevar caja de ritmos y cuadrarlo al milímetro todo no tiene que ser fácil- y cuyos temas permanecen inmutables en el tiempo.
Con la excitación todavía recorriendo toda mi espalda, me fui a por el último concierto del día, Melt Banana en el Outside Stage. Los japoneses son de todo menos ortodoxos en su manera de ver la música, y los primeros gritos de su vocalista Yasuko lo confirmaron enseguida. Visceral noise rock ejecutado como si los temas fueran de hardcore ochentero. Un guitarrista haciendo virguerías a todo trapo con la guitarra y una base rítmica haciendo el mal de manera arrolladora es lo que nos ofrecieron, regalándose en su momento más cafre una serie de ocho o nueve temas tocados en apenas ¿quince? minutos. La pena es que cuando llegué me resultó imposible meterme dentro de la carpa por lo que lo tuve que ver por fuera, algo que en ese escenario acabó pasando varias veces al llenarse hasta los topes en los conciertos importantes y el que considero que fue el único "pero" del fin de semana.
De ahí, y tras apurar las últimas cervezas, a descansar para coger fuerzas para el último día, que los conciertos empezaban a las 14:30h. Y con esa entrega, terminaré la crónica del Supersonic Festival.
Conectado Con: Supersonic Festival 2010 @ Custard Factory, Birmingham (1ª Jornada - 22-10-10)
Texto: Sergi Tomsen-Valdec
Etiquetas: Dubstep, Festival, Inglaterra, Metal, Supersonic Festival